Mujer periodista: la condición más aberrante en México.
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Foto: expansion.mx
El pasado mes de febrero se encontró en el estado de Puebla, un día después de haber sido secuestrada en su casa, el cuerpo sin vida de la periodista Anabel Flores, quien trabajaba para el El Sol de Orizaba sumando un nombre más a la lista que coloca a México como el tercer país más peligroso del mundo para los periodistas.
Con Anabel Flores, madre de dos pequeños y periodista veracruzana, se suman ya 7 periodistas asesinados en lo que va del año en la República Mexicana. Su caso es sólo uno de los muchos que se han escuchado sobre la censura hacía las mujeres.
A pesar de que ser periodista es una de las profesiones más peligrosas de ejercer en México, son las mujeres periodistas quienes se encuentran en una situación de mayor peligro. En un país en donde se lucha contra el acoso, la violencia, y la desigualdad hacia la mujer, se juntan las dos peores condiciones en las que puede colocarse un ser humano: ser mujer y periodista.
La democracia de este país, según el artículo 7 de la Constitución, asegura la prensa libre, dándole plena libertad a la periodista de difundir información, sus opiniones e ideas, sin embargo, cuando se disponen a hacer su trabajo los grupos criminales y las autoridades las censuran, ya que no están de acuerdo con permitir que las periodistas lleven a cabo su tarea: informar la verdad. Dichas represiones van desde el silencio hasta la violencia y el asesinato, y muchas veces ellas deciden dejar de ejercer la profesión autocensurándose debido al miedo que les impone perder la vida en un país tan inseguro como lo es México.
Las personas cercanas a ellas, tanto familiares como amigos, se ven invadidos por el miedo debido a que son afectados también, ya que al igual que las víctimas reciben el mismo tipo de amenazas e intimidaciones, pues se busca callar al informador de cualquier modo.
Debido a la clase de gobierno que rige la República Mexicana, a los cárteles de droga y a la corrupción en el sistema político, hablar sobre explotación sexual o laboral, narcotráfico y corrupción es como ponerse una soga al cuello. Cuando una mujer periodista muere después de una amenaza, las autoridades aseguran que fue debido a su profesión –periodista- y no a su condición de mujer, sin siquiera pensar en la posibilidad de considerarlo un feminicidio.
En una Nación donde su Carta Magna protege los derechos de la libre expresión de cada uno de los individuos que la integran, así como los derechos de las mujeres, las periodistas deberían poder informar tranquilamente sin miedo a represalias, sin miedo por ser mujeres.