Juan Carlos Osorio: agente 0-7
Algo aprendimos mal para comprender el éxito sostenido como una casualidad y la derrota puntual como el inequívoco destino. México cayó -de manera estrepitosa, lamentable y ridícula- contra Chile, y diversos personajes de la prensa escoltados por la infaltable masa de aficionados enfurecidos que nunca falta en nuestro futbol se han encargado de decir que era obvio. Era incluso irrisorio confiar en el proyecto de Juan Carlos Osorio. Se ha dicho que el estratega vino a marearnos con un rebuscado diccionario balompédica y que de táctica sabe lo que el vecino de enfrente. La derrota sufrida en Santa Clara es histórica, no sirve ni el intento de ponerle paños calientes y luego vendarla. Osorio se equivocó en planteamiento y cambios; lo reconoció después en zona de prensa -se asignó, en opinión de quien escribe, más responsabilidad de la necesaria-, pero de poco sirvió para que el índice del público dejase de apuntarle. Se pide su salida a grito pelado, como si los accidentes no existiesen y la vida fuese un éxito continuo. Lo menos sensato sería echar a Osorio. Lo menos sensato sería cargarnos un nuevo proyecto a las puertas de una eliminatoria que en los últimos años nos ha mostrado su cara más macabra. Lo menos sensato sería dar el volantazo cuando estamos en una etapa de transición e inclusión de las estrellas del futuro -Lozano, Corona e incluso Guardado en su posición de mediocentro-. Lo menos sensato sería transitar, otra vez, el camino más fácil: echar al blanco de la prensa y lograr con ello que se calmen las aguas. Todos tenemos días malos. El técnico quedará marcado por ser «aquel del 0-7»; habrá de sacar la libreta e idear nuevos logaritmos que nos permitan llegar al triunfo. Sobra decirlo: confiamos.
